My House is My Body: Alejandra Glez
La muestra, que inicialmente era una exposición virtual con 14 fotografías de edición limitada y un video performance concebida y ejecutada durante la cuarentena de 2020, se ha ampliado para incluir una edición única de 8 imágenes por sublimación sobre paneles de aluminio.
Con la colaboración y ensayo de Dayneris Brito.
Los múltiples cuestionamientos de Alejandra Glez
Dayneris Brito
Las circunstancias actuales a las que nos enfrentamos, traen a la luz nuevas y más complejas maneras de evaluarnos como sujetos sociales e individuos. El distanciamiento social, la soledad y el enclaustramiento son solo algunas de las problemáticas más recientes con las que convivimos, mientras permanecemos inactivos y nuestra rutina diaria varía por completo como respuesta al esparcimiento de la COVID-19. La condición global que nos hace un llamado a permanecer en casa, ciertamente limita las actividades de socialización de los seres humanos. De repente, nos encontramos frente a un tiempo libre prolongado que en el mejor de los casos es rellenado con inspiración y estímulos emocionales. Ante tal contexto, las instituciones de arte y los espacios de exhibición se giran hacia la plataforma online, en función de brindar un refugio virtual donde el arte esté aun latente.
My house is my body constituye una exhibición virtual de la artista visual radicada en La Habana Alejandra Glez, únicamente presentada de manera online. Compuesta por un conjunto de fotografías y un video-arte, se proyecta en función de recrear mediante las miradas indagatorias de la artista, el lenguaje corporal femenino como reflexión directa de encierro, reclusión y aislamiento. A sabiendas de que las condiciones actuales son un detonante no solo para la salud física de las mujeres, sino para su salud mental, además, Alejandra se propone enfatizar las disímiles partes del cuerpo femenino que encarnan la ansiedad, la angustia y la depresión sentida por sus amigas mujeres más cercanas. En este sentido, nos referimos a los senos, el pelo, los dedos, las manos, los pies, etc…
Pareciese entonces que las imágenes de Alejandra guardan la intención de explorar lo que significa estar encerradas en un cuerpo y mirando hacia fuera. En definitivas, constituyen momentos de intimidad en los que nos encontramos como mujeres con todas nuestras contradicciones y complicaciones, tanto físicas como mentales. ¿Cuántas veces nos sentimos liberadas de nuestro propio cuerpo? ¿Estamos encerradas en nuestras casas o en nuestras mentes? ¿Cuál es la alarma corporal que nos trasmite sensación de encierro? Son estas algunas de las interrogantes que eventualmente emergen mientras ahondamos en temas tan controversiales. Por otro lado, la exhibición presentada nos hace partícipe de una experiencia igualmente compartida, en la que somos capaces de sentirnos conformes –o inconformes- con nuestra constitución física.
Es por ello que quisimos declarar las piezas incluidas como “ejercicios de experimentación en tiempos de distanciamiento”, en tanto no resultan obras de compleja hechura, sino que es su concepto el que nos conduce a la laceración y el desgarramiento. De cualquier manera la muestra -que se erige sin grandes pretensiones-, propone una reflexión muy personal sobre cómo varían y se reinventan las tendencias feministas y los cuestionamientos sobre la identidad de género, en momentos que pareciesen ser más propensos al ensimismamiento.
Dayneris Brito
(La Habana, 1996)